Con la excusa de terminar de perfilar un proyecto de investigación, entre la cuarta y la quinta semana de marzo de 2012 me desplazo a Londres. No es ésta mi primera visita a la ciudad. En viajes anteriores, sin embargo, no había tenido ni el tiempo ni la necesidad de sumergirme en su trama urbana con la libertad de movimiento con que lo hice en esta ocasión. A pesar de que soy poco amigo de rutas turísticas o visitas guiadas creo que en ocasiones hay que ceder ante el desconocimiento y dejarse llevar por voces autorizadas o expertos en la materia a fin de optimizar el tiempo y generar una imagen determinada de aquello que se visita. Imágenes, paseos, visitas y un largo etcétera que generalmente pretenden mostrar una serie de estampas que en absoluto suponen algo más allá que una postal en cierto modo prefabricada y manufacturada para su uso turístico y recreativo. Quizá se deba esto a que siempre me han parecido más interesantes los recovecos que se escapan al control y a la previsión, que nacen de forma espontánea como musgo que brota al margen de todo acuerdo de convivencia. Y más aun, si cabe, cuando trato con espacios de las dimensiones de una ciudad, en donde la simplificación, la tematización y la dirección de las dinámicas turísticas están al orden del día y responden a políticas definidas que tienen que ver con la imagen que se desea transmitir de la propia ciudad, lo que se conoce como la “marca” de ciudad. Marca o imagen de ciudad que necesariamente ha de suponer una reducción, una simplificación de la realidad a la que hace referencia, pues está pensada para ser consumida en un tiempo y unas circunstancias volátiles y que tiene tanto que ver con lo representado como una novela con el resumen que un estudiante pueda hacer de ella. Una imagen en absoluto pactada sino, más bien, ideada, orquestada y desplegada desde sectores determinados y orientada para la satisfacción inmediata de paladares y bolsillos concretos.
Tampoco tendría, en esta ocasión, tiempo suficiente para profundizar en el global de la ciudad, ni en términos generales ni, mucho menos, en términos sonoros, dado que, a pesar de una supuesta pérdida de población (si hacemos caso a las estadísticas censales), Londres sigue siendo una de las ciudades más extensas de Europa y del universo conocido. El resultado de tan peculiar viaje es esta serie de grabaciones que quizá fuese necesario categorizar dentro del género del soundscape (perverso concepto que nunca ha sido de mi agrado) o quizá en el del field-recording ambientalista. En cualquier caso, estas grabaciones, como cualquier otro documento sonoro (y digo sonoro porque es la materia que en mayor medida suscita estas líneas, pero también podría aplicarse esta reflexión a cualquier otro material audiovisual), encubren pequeños episodios de una deriva urbana personal y, como digo, semi-dirigida. Breves narraciones de fenómenos ocurridos en el lapso de tiempo entre el encendido y el apagado de la grabadora que, como muestras de una serie de fenómenos de mayor alcance, no son en absoluto representativos sino que aluden a un descubrimiento, a una deriva y a unas situaciones determinadas.
Como el que toma una muestra de tejido de una alfombra y de paso no sólo se lleva muestras de tejido sino también las motas de polvo a éstas adheridas, restos de comida, bacterias, minúsculos microrganismos y un sinfín de materiales que casi podríamos asegurar forman parte de la propia alfombra, ya que coexisten en un mismo ecosistema, estas grabaciones dan pistas sobre la fenomenología sociofónica de una ciudad. A través de ellas descubriremos una serie de constantes y variables asociadas a los diversos ambientes y dinámicas sonoras en su mayoría de corte sociofónico, pero también de otros órdenes (conviene tener presente que las ciudades están habitadas por muchas especies más allá de la humana, lo que las convierte en verdaderas autopistas de tráfico de información sensible), que componen el global aural de la metrópolis.
Dicho esto no queda más que recomendar una escucha previa con auriculares sin tener en cuenta los comentarios. El texto no es otra cosa que un ejercicio descriptivo y analítico formado a partir de las notas de campo in situ así como una escucha posterior en profundidad. Es perfectamente posible entenderlos y construirlos como derivaciones documentales de un fenómeno inicial o como obras de arte. Es esa una responsabilidad que recae en la voluntad del oyente.
Miguel Alonso
Carnoedo, Febrero, 2013
credits
released August 19, 2013
Miguel Alonso / LEA ediciones
leaediciones.net
(CC BY-NC-SA 3.0) 2013
[lea009]
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